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Estado totalitario mundial y perversión del lenguaje


por Rafael Luis Breide Obeid
El lenguaje humano es una de las cosas que nos hace ser imagen de Dios; el verbo humano es reflejo del Verbo Divino. La palabra de Dios constituye las cosas. Las cosas existen porque Dios las pronuncia. Y la palabra humana las descubre, simplemente.
Si alguien señala con el dedo los objetos sobre la mesa y un espectador se da cuenta de que quiere algo y le pregunta: «¿qué quiere?, ¿quiere la bandeja?, ¿quiere un libro?», no ha pronunciado la palabra. Cuando pronuncia la palabra, lleva al que está escuchando a la cosa. Mientras tanto saben que quiere algo, pero no saben que es lo que quiere. Las palabras nos llevan a las cosas, nos hacen descubrir las cosas, pero las cosas están ahí porque Dios las pronuncia, no porque nosotros las conocemos. También en el plano de la visión: las cosas son como nosotros las vemos, pero las cosas son porque Dios las ve. Si Dios no las ve, las cosas no son; y si Dios no las pronuncia, no existen.
De modo que nuestra palabra las descubre. Podríamos, a modo de preámbulo, referirnos al objeto de la ciencia. El objeto de la ciencia no es la cosa cosísticamente tomada, ni una idea equiparada a la cosa, sino el pensamiento divino escrito en la cosa. Por tanto, todas las cosas de la naturaleza siempre las entendemos entre dos inteligencias, la que la constituye y la que las descubre. Un libro es un diálogo entre dos inteligencias, la del que lo escribió y la del lector que va descubriendo. Y tiene que ser fiel para tratar de interpretar lo que ha descubierto. Una partitura musical de Beethoven, que va a ser tocada por un pianista, está entre dos inteligencias y entre dos sensibilidades, la del músico que la produjo y la del pianista que la reconstruye. Y el objeto no es la cosa, sino la Inteligencia que está íntimamente y detrás de la cosa.
Hay que considerar tres órdenes, que son distintos pero están conectados. El orden de las palabras, que podemos llamar el orden gramatical. El orden del pensamiento, que podríamos llamar el orden lógico. Y el orden de las cosas, que podríamos llamar el orden ontológico. Para que haya verdad en el discurso, la palabra tiene que coincidir con Io que se piensa y el pensamiento con la realidad. Si el pensamiento no coincide con la realidad, se equivoca. Y si la palabra no coincide con lo que se piensa, se miente; o se equivoca, o no se sabe expresar bien lo que se ha pensado. No es exacto el paso de un orden a otro, pero depende el uno del otro. No se puede hablar sin pensar; hay una relación entre palabra y pensamiento, y no se puede pensar bien al margen de la realidad.
Entonces hay como cuatro males de la mente, que se pueden proyectar, a la expresión: la ignorancia, que es no saber; el error, que es tener un conocimiento equivocado (no coincide lo que se piensa con la realidad); la mentira, que es poner una mala intención en el error; y la confusión, que es la mezcla de ignorancia, de error y de mentira. Estos dos últimos, mentira y confusión, vienen del diablo; los demás son meramente humanos: ignorar y equivocarse. Pero en la mentira siempre hay en semilla un homicidio o un acto destructivo. Ahí es cuando la palabra quiere volverse una mala eficacia hacia la cosa que designa. La mentira tiene un efecto destructivo respecto de la cosa que señala.
La palabra tiene en su aspecto semántico tres valores: Conecta al sujeto que la expresa a otro que escucha y a la cosa. Decimos la palabra «vaso», y quedan conectados tres: el hablante, el escuchante y el vaso. Esos tres aspectos son distintos y hay tres caras del signo.
Respecto del que habla, el signo es un síntoma de su estado de ánimo. Respecto de la cosa señalada, es un símbolo, simboliza la cosa. Y respecto del que escucha, el mismo signo es una señal. Y hay tres significados distintos, el significado subjetivo, que mira el estado de ánimo del sujeto, que puede provenir de la vida intelectiva, la volitiva o la emotiva; el significado objetivo, que remite a la cosa; y el significado comunicativo, que es una señal para los demás.
Ahora habría que preguntarse si hay un lenguaje animal, si los animales tienen lenguaje, si se comunican y si conocen —y hasta dónde conocen. Por ejemplo, un perro conoce a su amo y desconoce a un enemigo y lo ataca; hace señas, mueve la cola, sabemos que está contento, se queja, sabemos que esta triste o lastimado. ¿Qué es este lenguaje de los animales, si lo comparamos con el del hombre? ¿Se puede llamar lenguaje? ¿Son palabras esos signos que emite, o son simples voces? ¿Qué es lo que le falta, de estos tres valores, para ser una palabra humana? Lo que falta es la referencia al objeto, el valor simbólico.
Un mono ve venir una pantera y emite un chillido de horror, y todos los monos salen disparando. Otro día viene un tigre y chilla de terror, y salen corriendo los monos para todos lados. ¿Qué transmite? Una señal al grupo de que hay que huir, y transmite un estado de ánimo de terror, pero no puede adjudicar un sonido distinto para el tigre y otro para la pantera, sino ya tendría una palabra. Su voz no tiene valor simbólico.
¿Hay signos nuestros equiparables a ese lenguaje de los animales? Si, las interjecciones. Si se dice «¡ufa!», el estado de ánimo es de hartazgo; «¡oh!» es admiración; «¡ay!» es dolor. Pero no se sabe que es lo que causó la interjección. Si digo «¡oh, qué hermoso cuadro!”, ahí ya es una palabra, porque saben que me admiro del cuadro.
Una palabra humana se puede degradar a una mera interjección cuando se le quita el valor simbólico, que es el medio de conectarse con las cosas. Entonces sirve solo como señal. La manipulación de la gente a través del lenguaje es lograr vaciar a las palabras de su contenido simbólico, lograr que no nos lleven a las cosas, pero sí que transmitan un significado emotivo, que sea una señal de placer o de displacer.
Decía el gran masón Bonneville, en El espíritu de la Religión: «El primer paso para comenzar las revoluciones universales, es aprender de la naturaleza el arte de bautizar con nombres mágicos y circulares y abstractos a los hombres y a las cosas”.
Lo que nos interesa a nosotros es saber cuáles son estas palabras mágicas, como se fabrican estas palabras mágicas. Son como el canto del flautista de Hamelin; el viejo cuento de un flautista que encanta a las ratas con su música, las lleva al río y las ahoga. Estas palabras son para manejar al mundo, así como un rebaño de ratas, y llevarlo detrás del encanto de esa música, pero sin contenido. Sin contenido objetivo, real.
Por tanto, una palabra nos vincula con el pensamiento; y el pensamiento, la idea, con la cosa; y la cosa nos vincula con el pensamiento divino, que está en la cosa.
La palabra mágica quiere desvincular a la palabra de la idea, y a la idea de la cosa, y a la cosa del arquetipo divino que está en ella. En este sentido son palabras abstractas, no en el sentido común de abstracción; abstractizar es darle un corte al lado simbólico, para que la palabra no pueda llevar al tipo divino.
Remotamente, la cábala intentó construir un nuevo mundo con palabras. Se pueden construir mundos con palabras; las palabras principales para construir mundos, o para destruirlos, son las musicales. El gigante Anfión levanto los muros de Tebas con un arpa; el Mago Merlín construyo Camelot con la rota, una especie de arpa encantada. Jericó fue destruida por las trompetas. La música puede crear mundos y destruirlos. La música es una palabra doble a veces, por su efectividad. San Francisco Solano construyó la ciudadanía argentina con su violín, él consiguió unir al hombre con Dios, al indígena con el español y con la naturaleza. Creo una armonía. Es el fundador no de la mera urbe material sino de la ciudad.
La cábala era un intento de construir ciudades y mundos con la manipulación de las palabras. Durante el Renacimiento (siglos XV y XVI), empiezan los intentos de dominio mundial de las potencias europeas, que querían ser la Quinta Monarquía Universal predicha por el profeta Daniel y de hacer el dominio del mundo en beneficio propio: la Quinta Monarquía Universal. Los filósofos ofrecen a los reyes monografías sobre estos lenguajes que les darían el dominio del mundo. Así un libro del erudito de Oxford, Jorge Dalgrano, publicado en el año 1661, que se llamaba en latín La creación de un lenguaje universal filosófico.
Después, en el año 1688, John Wilkins, Obispo de Chester, anglicano y Primer Secretario de la Royal Society, escribe un ensayo sobre un lenguaje filosófico. La Royal Society es el antecedente de la masonería que se crea en el año 1717. La primera enciclopedia no es la francesa, sino la Cyclopedia que hace la Royal Society. Y tenía como objeto separar ciencia y fe y separar el lenguaje humano del Verbo Divino y hacer un lenguaje artificial. Sin embargo, dice Borges:
Las palabras del idioma analítico de John Wilkins no son torpes signos arbitrarios, cada una de las letras es significativa, como lo fueron las de la Sagrada Escritura para los cabalistas.
Guillermo Gueydan de Roussel me manifestó que en cuanto al lenguaje universal, la invención no es de Wilkins ni tampoco de Dalgrano, sino de un francés, Jean Dovet, cuyo libro publicado en 1627, en Paris, se llama Proposiciones presentadas al Rey de una escritura universal admirable por sus efectos y útil y necesario a todos los hombres de la tierra. Un lenguaje circular. Ya hemos visto una característica, abstracta; ahora circular, se puede aplicar en cualquier punto del planeta.
Hay estudios importantes sobre la transmutación del lenguaje, como La palabra violada del Padre Petit de Murat. Pero el libro más acabado, aunque no total sobre el tema, es el de Rafael Gambra, El lenguaje y los mitos . Es muy completo, toca una cantidad de palabras, establece una metodología del vaciamiento de las palabras y de la transmutación. Pero se aplica a la infiltración marxista dentro de la Iglesia después del Concilio y toma solamente veinte años, de 1963 a 1983.
Destaca Gambra, por ejemplo, que Stalin era un gran lingüista. Muy interesado en manejar el lenguaje para, a través de eso, controlar su imperio. Esta dimensión de Stalin como conocedor de la filología, como filólogo, no es muy conocida.
Hay otras usinas de transmutación del lenguaje antes que el marxismo: el liberalismo ha cambiado muchas palabras, incluso muchas de ellas (libertad, progreso) son de cuño liberal-masónico, más que marxista.
El mercader también es un falsificador del lenguaje, a veces mucho más efectivo que el ideólogo. Por ejemplo, la «vida», la “salvación» y la «personalidad», son cosas muy importantes. Pero si la personalidad es un traje, la vida es un vaquero, y la salvación es un calefón, entonces ¿qué pasa con nuestro vocabulario en manos del mercader?
El marxismo, antes el liberalismo y el mercader, falsifican el lenguaje. Otro foco de falsificación de las palabras es la cultura de la muerte. El cardenal López Trujillo edito un libro muy importante para contrarrestar toda la falsificación que hay en torno al lenguaje médico y referido a la vida. Se llama Lexicón. Términos ambiguos y discutidos sobre familia, vida y cuestiones éticas. Veamos, por ejemplo, la frase «salud reproductiva». Antes se entendía que salud es una situación de equilibrio en los procesos vitales, los que, cuando se perturban, llamamos a esa situación enfermedad. Y el médico tiene que introducir un remedio o una operación para restablecer el equilibrio. Ahora se llama «salud reproductiva” a introducir una noxa (es decir, un veneno) para interrumpir un proceso vital. Se está diciendo «salud reproductiva» y en realidad -al usar esas palabras- no se está indicando ni la salud ni la reproducción, sino el aborto. No es salud porque es introducir un veneno, para interrumpir un proceso vital. Y decimos “salud reproductiva”.
Al haber sido separadas de su objeto (la palabra «salud» quiere decir envenenar un proceso para producir una muerte; “reproductiva» quiere decir lo contrario, quiere decir no-reproductiva, es decir, abortiva) éstas palabras vaciadas destruyen Io que señalan. La libertad siempre muere en manos del liberalismo; el bien común muere en manos del comunismo. Si digo comunismo es para destruir el bien común; si digo Iiberalismo es para destruir la libertad; si digo feminismo es para destruir a la mujer, en lo esencial de ella, que es ser esposa y madre.
Y aun a veces se necesitan unas breves variaciones semánticas. Por ejemplo, para usar palabras eclesiásticas y ver la subversión dentro de la Iglesia: «pastoral», “eclesial». ¿Por qué no digo apostolado? El apostolado es muy claro. A un joven que se le dice que haga apostolado, significa que busque a otro que esta extraviado, desorientado y lo traiga a la Verdad; pero una actitud pastoral es simplemente una actitud benevolente. Y eclesiástico no cabe ninguna duda que es algo referido a la Iglesia. Pero si yo digo una actitud eclesial, puede ser ir a visitar al Dalai Lama.
El objeto no es la Iglesia, como en lo eclesiástico, el objeto es la humanidad, tomada como Iglesia. Y solamente he cambiado una terminación, pero esa palabra me permite borrar todos los límites y tener una actitud «eclesial». ¿Por qué no tenemos actitudes eclesiásticas? ¿Por qué no tenemos actitudes de apostolado, en lugar de pastorales? Se puede decir “pastoral», cuando se aplica a lo pastoral, pero no se lo puede emplear en lugar de «apostolado».
No hay que sustituir. Para las realidades más difusas, usemos entonces la palabra más difusa. Pero a las realidades concretas, no las diluyamos con un término difuso.
La palabra introduce por su solo empleo esquemas de pensamiento que el sujeto adopta sin darse cuenta. Hay dos niveles en la palabra, el nivel intelectual (que es el del sentido) y el nivel emotivo. Algunas palabras nos gustan y otras nos fastidian, sin que nos demos cuenta. A algunas se cambia el sentido totalmente y a otras no se cambia el sentido, pero se cambia la carga emotiva. Antes, la palabra «cambio» tenía una connotación emotiva de estafa. Cambio no es una palabra noble que fue envilecida, como por ejemplo la palabra unión o la palabra amor, que son palabras nobilísimas que han sido degradadas.
Esta palabra cambio es una mala palabra, el cambiazo es la estafa, en el lenguaje vulgar. Es una palabra inventada a fin de la Edad Media por los cambistas. Antes había que usar la palabra «mutación», «transmutar». Y eso era sospechoso, propio de los alquimistas, significaba pervertir una esencia. Pero ahora la palabra «cambio» quiere decir lo mismo pero emociona distinto, emociona a favor; si digo así: «¡Hagamos un movimiento para el cambio!», gano la simpatía de la gente, pero es manejar una palabra abstracta. Y todo el mundo está contento, pero solamente un inteligente pregunta: «¿Y Ud. qué quiere cambiar?”.
El remedio contra esas palabras son las distinciones y la restauración de su valor simbólico: volver a conectarlas con la cosa. Al respecto, se acaba de publicar en Guadalajara, México, el libro de nuestro compatriota Patricio Randle que se llama Antinomias y distinciones , y será muy útil para aclarar ideas. Esta agrupado en Distinciones Filosóficas; Religiosas; Científicas; Políticas, Económicas y Sociales; Médicas y de biología humana; y hasta las de uso coloquial o misceláneas.
Hay que poner las palabras en relación con la cosa, éste es el antídoto. Si nos desvincula de la cosa para llevarnos como a las ratas del flautista, es mala. ¿Qué es Io que quiere cambiar, señor? Porque el cambio que es crecimiento es bueno, pero el cambio en la sustancia es la muerte. Y en política el cambio quiere decir «quítate tú, para que me ponga yo». Esa palabra tiene una variación emotiva. Anciano y joven siguen significando lo mismo, pero antes joven quería decir inexperto y anciano quería decir venerable, sabio. El senado era el lugar de los ancianos, la gente que se consultaba. Ahora, el anciano que está presente, que es presente, es manejado en el imaginario como si no estuviera: «Vos fuiste».
Ahí hay un cambio en el aspecto emotivo, pero a través de él se cambia el sentido también. Y empieza a significar la destrucción. Salud significa envenenar y reproducción significa abortivo; empieza a darse vuelta, por el gran falsificador, pero primero se vacía de contenido la palabra, no tiene ningún contenido. Cuando hay un lugar vacante, ese lugar vacante lo llena el diablo: «el espíritu inmundo es amigo de los lugares vacantes». Y el diablo antes endemoniaba a la gente, pero ahora -en la época de la era industrial- lo que consigue endemoniar son las palabras.
Veamos la palabra Democracia que ha perdido su contenido. «Democracia» es «el gobierno del pueblo», ese sería el significado. Pero una cosa es la democracia orgánica; otra cosa es la democracia socialista; otra cosa es la democracia liberal. La democracia pretende ser el gobierno del pueblo, pero yo no veo que el pueblo gobierne -por lo menos aquí-, yo veo que el pueblo es la víctima y tengo que decir que es el gobierno del pueblo. Y el pueblo nunca fue menos pueblo, porque lo que veo es que para que eso funcione tiene que ser pueblo y no masa, porque pueblo quiere decir jerarquía, religación. Pueblo quiere decir orden social.
Veamos algunas palabras mágicas. «Libertad», ¿libertad para qué? ¿Está atado usted, que me habla de libertad? Si estuviera atado, entiendo qué quiere decir cuando dice «libertad». Pero no está atado, entonces, ¿qué significa libertad? ¿Libertad para contraer matrimonio, porque es menor de edad? ¿Libertad porque no lo dejan seguir su vocación? ¿Libertad para emanciparse y poner un comercio? ¿O libertad significa no asumir su responsabilidad y romper el contrato?
«Justicia». Vamos al diccionario y dice: Justicia es la firme y constante voluntad de dar a cada uno Io suyo. Justicia es dar, pero nosotros qué percibimos hoy por justicia. Justicia es pretender, justicia es lo que me deben:
Entonces, justicia es «soy acreedor”; y antes justicia es «soy deudor», ¿qué tengo que hacer para ser justo? Era una virtud que me obligaba a mí a darle a los demás; ahora la justicia es pretensión.
La palabra «Dios» se puede falsificar; cuando yo digo en una declaración que «es el mismo Dios el que nos une a judíos, musulmanes y cristianos”, ¿qué estoy haciendo? Estoy vaciando de contenido esa palabra, para que cada uno se emocione como quiera. ¿Es el mismo Dios? ¿Jesucristo es el Dios de los musulmanes? No. Entonces no es el mismo Dios; porque el mío es Cristo. ¿Cuál es su Dios? ¿La Trinidad? No, no es la Trinidad. ¿El musulmán acepta la Trinidad, como Dios? No; entonces no es el mío, porque el mío es la Trinidad. Cuando hablamos de Dios, hablamos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¿Qué venimos a vaciar? ¿No se salva ni Dios de nuestro vaciamiento de lenguaje?
¿Cómo se fabrican las palabras-mito? Se fabricaba en las logias, en las sociedades de pensamiento. Durante cien años circulaba “libertad, igualdad, fraternidad” y después se largaba al público. Y se repite, entra por repetición, entra en forma psicomotriz. ¿Libertad para qué, hay que decir? ¿Fraternidad? ¿De dónde somos hermanos? ¿Somos hermanos en Adán? Si, es cierto. Es la fraternidad en la naturaleza, todos somos hijos de Adán. Esa fraternidad en la naturaleza terminó pronto con Caín y Abel, y con la Rev. Francesa también, en el terror. Esa es la fraternité en el nacimiento; pero nosotros somos hermanos por el bautismo. Ahí somos hijos del mismo Padre y cuando tenemos por Padre a Dios Padre, en Jesucristo somos hermanos. Y no solo somos hermanos como Caín y Abel. Pero esto de querer hacer una fraternidad en la naturaleza y no en la gracia, es falsificar el concepto de fraternidad. O volverlo cainita.
Entonces justicia falsificada, Dios falsificado, hombre falsificado. ¿Qué es el hombre? Ya sabemos que tenemos todos los derechos, que el hombre es libre, es fraterno, es igual, es rey. Pero, ¿qué es el hombre? Sartre nos dice que el hombre es una «pasión inútil”. Alexis Carrel habla de la incógnita del hombre; Martín Buber escribe un libro preguntando ¿qué es el hombre?; los norteamericanos mandan un cohete a la luna para entrar en contacto con los seres extraterrestres y dicen que «el hombre es uno que ingiere hidratos de carbono y hace cálculos racionales». Los nuevos avances de la neurociencia dicen que es un complejo neuronal; los chicos vienen del colegio y le explican a sus padres que el hombre es un mono perfeccionado por la naturaleza.
Entonces este nada, este morfante de hidratos, este complejo neuronal, este incógnita, tiene todos los atributos del verdadero hombre. Es rey, es libre, es fraterno, etc. ¿Qué ha pasado acá con el concepto? Han extirpado el tipo divino. EI hombre es imagen y semejanza de Dios, esa es la definición del hombre. Pero, ¿de qué Dios? De Cristo. Cristo es Dios. Y Cristo es Rey, pero Cristo también es el Verdadero Hombre y eso fue proclamado por Pilatos. El viernes santo, el Sumo Pontífice del Antiguo Testamento, Caifás, dice «¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Dios Vivo?». “Tú lo has dicho». Jesucristo lo obliga a definir.
Pero la monarquía de Cristo y la Humanidad de Cristo la proclama el Representante del Señor del Mundo, del Imperio Romano. «He aquí al hombre»; no dice «He aquí un hombre». Cristo es el Verdadero Hombre. Nosotros no somos hombres sino en la medida que dependemos de Cristo. Somos hombres por participación en la humanidad de Cristo. Somos copias, imágenes de Cristo. La imagen tiene una condición: depende del sujeto que la proyecta.
Entonces, por el Bautismo, recuperamos la imagen de Cristo. Y el que no está bautizado, está llamado en potencia. Pero antes hombre era sinónimo de ser cristiano. Entre nosotros, se decía cristiano por hombre; eran sinónimos. La distinción -lo sabía el Martin Fierro-, era entre el cristiano y el salvaje. Era en cierta forma hombre en potencia, hombre que estaba esperando la caridad nuestra de que restauremos en él la imagen de Cristo.
Cristo es el Verdadero Hombre. Nosotros no somos hombres sino en la medida que nos acercamos al Modelo que lo proyecta. Una imagen se desvanece mecánicamente del espejo, pero nosotros somos libres, podemos separarnos del sujeto que nos proyecta. Lo que no podemos evitar es desvanecernos, porque las cosas, separadas de la Inteligencia Divina, perecen.
Una imagen que se da vuelta, se desvanece. El hombre ha sido falsificado. La Revolución Francesa fabrica un nuevo hombre. Toma todo lo que corresponde al tipo divino, sin Él. Hace un concepto abstracto que se puede llenar de cualquier contenido. «Hombre» se transforma en una palabra circular, abstracta y mágica. Decimos «¡Los derechos del hombre!» y todos nos emocionamos. ¿De qué hombre? ¿Del complejo neuronal? ¿O del morfante de hidratos? ¿O de la pasión inútil? ¿O de la incógnita?
La incógnita se reveló en Cristo, ahí está la incógnita. Y después dicen «estamos permanentemente en búsqueda». En búsqueda estaban los griegos porque su misión era ir a la Verdad y liberarse del mito y llegar a la Verdad. En búsqueda estaban los judíos piadosos del Antiguo Testamento, porque estaban esperando al Mesías. Pero nosotros no estamos en búsqueda, porque el Mesías ya vino. Y acá lo que se trata es de quitar a Jesucristo. Y eso con todos los términos. Sin el Verbo, las palabras no sirven. ¿Cómo queremos seguir teniendo palabras, después de que rechazamos a Jesucristo? Queremos que nuestra palabra sirva, que transmita, que no estemos en una Torre de Babel, que cuando se diga reproducción signifique reproducción y no aborto, que salud quiera decir salud y no enfermedad o veneno. Queremos que paz signifique la tranquilidad en el orden y no signifique la horda en invasión, «vamos a restablecer la paz».
No hay palabra que no haya sido falsificada. Primero negamos al Verbo; y después queremos que el verbo humano, que también es reflejo del Verbo Divino, sobreviva. No sobrevive; sobrevive como la interjección del mono. «Democracia», a una banda de monos le gusta, a otra le enfurece. Pero no sabemos de qué se trata. Seguro que hay una cosa que no es, no es el gobierno del pueblo porque el pueblo es la víctima. Después puede ser todo lo que quieran, la condición es que no tenga ninguna referencia con la realidad.
Así como el feminismo es para destruir a la mujer en su esencia que es ser esposa y madre. Y liberalismo es para destruir la libertad, y comunismo es para destruir el Bien Común, este hombre abstracto es para destruir al hombre; es el no-hombre que inventó la Rev. Francesa. Ahora ellos inventaron el no-hombre:
El resultado de todas mis meditaciones es de convencerme profundamente, que con fuerza y poder, tomando la especie humana tal como es, se podría crear otra (Napoleón).
Son creadores de un hombre nuevo, que maravilla. ¿Y los que se niegan a dejarse recrear? No serán más considerados como hombres, serán «no hombres»; y como tales el Abate de Mablí había declarado:
El que no se conforma a la razón, deja de ser hombre.
Conformarse a la razón era renunciar a la religión y vivir con la razón, es decir, renunciar al Verbo. Y el que no acepta eso:
Haremos de Francia un cementerio de no poder regenerarla a nuestra manera.
El no-hombre, ajeno al cristianismo, es una consecuencia imprevista de los términos abstractos. El término abstracto es abstracto en un primer momento, después se llena de la carga satánica que destruye lo que señala. Primero, no quiere decir nada, y después, quiere decir lo contrario.
Renunciar a la libertad es renunciar a la cualidad de hombre. El hombre que pierde su privilegio de ser imagen de Dios, no tiene más derechos que cualquier mamífero. Mientras se decía esto, se sacaba al hombre de la teología. Antiguamente, después de hablar de Dios, se hablaba de la imagen de Dios. El hombre era la última parte de la teología, eso era el hombre. Ahora, Buffon lo introduce en el reino animal. Mientras le hacemos estatua al hombre abstracto, en realidad, lo poníamos en el reino animal. Y ya lo había dicho esto el Apóstol: El hombre se va a mirar en el espeja un día y se va a olvidar quién era.
Los profetas del Antiguo Testamento esperaban la venida de un Salvador que devolvería al hombre la imagen de Dios. David exclamaba: “Establece Señor un legislador sobre la gente, para que conozcan que son hombres» (Salmo IX). Antes no se sabía qué significaba ser hombres. Y el sentido espiritual de esta invocación, es: «Dales a Jesucristo por Legislador para que su Ley divina les haga conocer que son hombres». Si no vieron al hombre verdadero, ¿cómo van a saber lo que son? ¿Cómo imaginar que el hombre, después del pecado de Adán, hubiera podido ser reformado a imagen de la Verdad, si Dios mismo no se hubiera encarnado en su propia imagen? ¿Y si no viniera a ella cada vez que se le recibe en la Sagrada Eucaristía? La Eucaristía es la restauración final de la imagen humana.
Cuando vino sobre la tierra, Cristo -el segundo Adán- dio luz a un hombre nuevo, recreado por Él a su semejanza. Si bien Adán es primero en la cronología, ontológicamente primero es Cristo. Por eso dice Dios «Hagamos al hombre a nuestra imagen»; al decir «nuestra», ya estaba preanunciada la Trinidad. Pero si Dios es un espíritu, ¿cómo va a tener imagen? La imagen era Cristo, Adán es creado por Dios de acuerdo al tipo divino que es Cristo. Y como Adán falló, Cristo tuvo que encarnarse. Pero el Modelo de Adán es Cristo.
Nuestro lenguaje humano superó la etapa babélica, para pasar a otra más demoníaca que la de Babel, en dónde las palabras significan lo contrario. Tiene una eficacia destructiva hacia la cosa. Solamente nos puede salvar de eso volver al Verbo.
Nosotros no somos cualquier mundo. El afán de volver a un naturalismo pagano, es una ilusión. Porque Cristo vino y Cristo es Rey, este mundo es restaurado por Cristo. iSi se retira el Verbo, no queda el naturalismo, lo que queda es nada! Retirado el Verbo, queda polvo y nada.
Pero uno tiene esperanza, porque el Verbo hace nuevas todas las cosas. Esperemos que haga nuevas nuestras palabras.
El fin de la revolución es el estado totalitario mundial. Y el fin de las palabras mágicas es sacar a los cristianos del cuerpo místico de Cristo e introducirlos en el Leviathan.
La confusión de las palabras no tiene remedio sin el retorno al Verbo. Como dice la Madre Teresa de Calcuta: «Las palabras que no dan la luz de Cristo aumentan la oscuridad». Junto a Cristo volverán a tener sentido: Verdad, Camino, Vida, Salud o Salvación, Bien, Amor, Unión, Justicia, Paz, Belleza, hombre y Dios.
Pidamos que la estrella de Belén restaure en nosotros la Luz del Verbo. Feliz Navidad
Fuente: Revista Gladius, Nº 73, Buenos Aires, Diciembre del 2008.

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